¿Alguna vez te has quejado de que hay muchísima humedad o de que no para de llover? La ropa que no seca, la piel pegajosa, las esquinas de las paredes con marcas negras… ¿Te suena? O, quizás, te has visto en la situación contraria: la de echar de menos la lluvia y desear que caigan unas gotas para ver la vegetación florecer y los embalses aumentar su nivel. Pues bien, si algunas de esas situaciones te suenan, quizás debas esperar a conocer cuáles son los verdaderos extremos de nuestro planeta.
EL LUGAR MÁS HÚMEDO DEL MUNDO
¿Te imaginas que, cada día antes de irte a dormir, no fuera necesario comprobar el tiempo que hará a la mañana siguiente? Tendrías tu respuesta asegurada: lloverá. Pues bien, en Mawsynram, una pequeña aldea del noroeste de la India, esto es una realidad La lluvia, lejos de ser solo un fenómeno meteorológico, es prácticamente un estilo de vida. Y es que este lugar ostenta el récord de ser el más húmedo del planeta, con un promedio de 11.871 milímetros de lluvia al año. Es decir, la lluvia de 12 meses en Mawsynram sería equivalente a 10 veces la precipitación anual de Londres.
No obstante, no llueve porque sí, sino que hay una explicación lógica: los monzones. Durante la temporada de lluvias, los vientos cargados de humedad que provienen del golfo de Bengala chocan contra las montañas Khasi, elevándose y liberando cantidades enormes de agua sobre la región. ¿El resultado? La vida de los habitantes de esta región ha terminado por adaptarse perfectamente a la humedad constante: construyen techos de hierba para amortiguar el sonido de la lluvia y dependen de puentes vivos hechos de raíces de árboles para cruzar los ríos crecidos.
No obstante, te sorprenderá saber que, a pesar de la gran cantidad de agua que acumula Mawsynram, no está exento de problemas. Durante la época seca, la falta de infraestructura para almacenar el agua provoca que, paradójicamente, la población sufra escasez. Es casi como una ironía climática: en el lugar más húmedo del mundo, el agua potable es como un bien escaso.
EL LUGAR MÁS SECO DEL MUNDO
Ahora bien, si la humedad de Mawsynram ya te parecía una situación climática extrema, tienes conocer los Valles Secos de McMurdo, en la Antártida. Aquí, la lluvia y la nieve son tan inexistentes que se estima que algunas zonas llevan más de dos millones de años sin recibir precipitaciones significativas. Sí, has leído bien: más de dos millones de años.
A diferencia de lo que podrías estar imaginándote, los Valles Secos no son un desierto de arena, sino que un paisaje rocoso y helado, donde el frío extremo y los violentos vientos de hasta 320km/hora impiden que se produzca acumulación de hielo o nieve. El resultado es una región que se asemeja más a Marte que a cualquier otro lugar de la Tierra. De hecho, tanto es así que la NASA ha estudiado esta zona como modelo para futuras al planeta rojo.
Valle de Wright, uno de las zonas centrales de los Valles Secos de McMurdo.
Y, como puedes estar imaginándote, un ambiente tan hostil difícilmente puede albergar algo de vida. No obstante, no está completamente desierto: pequeños microorganismos han conseguido, a lo largo de los años, desarrollo ciertas estrategias que les permiten sobrevivir en un medio tan extremo. Entre estas tácticas, están el acto de esconderse en pequeñas grietas entre las rocas o resguardarse bajo delgadas capas de hielo.
LOS DOS EXTREMOS
Así, estos dos parajes representan exactamente los dos extremos climáticos: mientras que en un rincón de la India la lluvia no da tregua, en la Antártida la sequía parece infinita. De hecho, este tipo de contrastes nos hace darnos cuenta de la fragilidad del agua. En el mundo, alrededor de 2.200 millones de personas carecen de acceso seguro al agua potable, según la ONU. Mientras tanto, otros enfrentan lluvias torrenciales y devastadoras inundaciones.
Y el cambio climático no hace más que agravar estos extremos, haciendo que las zonas húmedas sean más lluviosas y las secas aún más áridas. Simplemente, ahora queda la tarea de aprender y estudiar estos extremos, tratando de encontrar soluciones para un futuro en el que el agua, ya sea en exceso o en escasez, no determine la supervivencia de millones de personas.
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